El envejecimiento ya no se percibe como un declive inevitable en el mundo del espectáculo. Cada vez más celebridades recurren a tecnologías avanzadas y enfoques científicos para ralentizar o incluso revertir los signos visibles del tiempo. Desde íconos de Silicon Valley hasta estrellas de Hollywood, el biohacking y las innovaciones antienvejecimiento se han integrado en las rutinas diarias de quienes viven bajo los focos.
Uno de los defensores más conocidos del biohacking es Bryan Johnson, empresario tecnológico y fundador de Blueprint, quien invierte millones cada año en rastrear sus biomarcadores y fomentar la regeneración celular. Su rutina incluye terapia génica, ayuno intermitente, optimización del sueño y suplementos que buscan revertir su edad biológica.
El actor y músico Jared Leto también ha sido abierto sobre sus hábitos, que incluyen una dieta basada en plantas, exposición al frío y meditación diaria. Su apariencia juvenil a los 50 años es resultado de una disciplina meticulosa respaldada por la ciencia del bienestar.
Mark Zuckerberg, CEO de Meta, también ha entrado en el mundo de la longevidad. A través del Chan Zuckerberg Biohub, financia investigaciones para revertir enfermedades relacionadas con la edad, apoyando la medicina regenerativa y el rejuvenecimiento celular.
Estas figuras públicas utilizan diagnósticos personalizados para monitorear niveles hormonales, funciones mitocondriales, patrones de sueño y más. Trabajan con clínicas como Human Longevity Inc. o Function Health, que combinan inteligencia artificial y genómica para elaborar protocolos individualizados.
Algunos incluso recurren a métodos invasivos como transfusiones de plasma joven o inyecciones de células madre para rejuvenecer tejidos. Aunque siguen siendo polémicos, estos tratamientos ganan popularidad entre quienes pueden permitirse procedimientos experimentales.
La tecnología portátil también es clave: dispositivos como el anillo Oura, la pulsera Whoop o los monitores de glucosa permiten un seguimiento en tiempo real de biomarcadores clave, optimizando energía, estado de ánimo y recuperación.
Uno de los compuestos más prometedores es NAD+ (Nicotinamida Adenina Dinucleótido). Su suplementación con precursores como NMN o NR podría mejorar la función mitocondrial y la reparación del ADN. Estudios liderados por David Sinclair, de Harvard, vinculan los niveles de NAD+ con la juventud celular.
Otra tendencia creciente son los senolíticos, fármacos que eliminan células senescentes responsables de inflamaciones crónicas y envejecimiento. Empresas como Unity Biotechnology ya están probando estas terapias en humanos en 2025.
La terapia génica también acapara atención. Aunque aún no es común, tratamientos experimentales con CRISPR buscan reparar telómeros o corregir mutaciones genéticas relacionadas con la edad. Varios laboratorios en EE.UU., Israel y Corea del Sur avanzan en este campo, y algunas celebridades ya participan en ensayos privados.
Empresas emergentes enfocadas en longevidad ofrecen kits caseros para analizar desde el microbioma intestinal hasta la actividad cerebral. Con servicios directos al consumidor, las estrellas ya no dependen exclusivamente de clínicas especializadas.
Los dispositivos actuales cuentan con asistentes inteligentes que no solo recopilan datos, sino también brindan recomendaciones en tiempo real: desde ajustar la exposición a la luz para sincronizar el ritmo circadiano hasta sugerir cambios alimentarios personalizados.
Incluso se incorporan tecnologías como realidad virtual y estimulación cerebral no invasiva (tDCS) para mejorar la concentración, la memoria y la regulación emocional—componentes esenciales del envejecimiento saludable.
A pesar del interés por estas tecnologías, no todos las ven con buenos ojos. Algunos critican que solo los más ricos pueden acceder a estas innovaciones, lo que podría aumentar las desigualdades en salud y esperanza de vida entre clases sociales.
También preocupa la presión social por mantener una imagen juvenil. Muchos temen que las celebridades promuevan estándares de belleza poco realistas, especialmente entre el público joven, al normalizar intervenciones radicales.
Además, muchos tratamientos no están completamente regulados ni respaldados por estudios clínicos sólidos. Terapias como la edición genética o las inyecciones experimentales podrían traer consecuencias desconocidas, planteando dilemas éticos y médicos complejos.
Autoridades como la FDA o la EMA ya discuten cómo supervisar tratamientos enfocados en la longevidad. Hay consenso creciente en que la ética debe evolucionar al ritmo de la ciencia para garantizar seguridad y equidad.
Asociaciones médicas instan a las celebridades a ser transparentes sobre la naturaleza experimental de los tratamientos que utilizan. Una mayor claridad puede prevenir que el público se automedique sin supervisión profesional.
Aun así, con la maduración tecnológica y la reducción de costos, muchas de estas innovaciones podrían integrarse a la medicina preventiva común. Lo que hoy experimentan los famosos podría ser la base de la salud pública del futuro.